En estos tiempos de alta tecnología, de materiales sintéticos de altas prestaciones, de tratamientos hipersofisticados para nuestros esquís buscando ese plus que les haga ganar una centésima, ¿quién se acuerda de los esquís de madera?
Yo, yo me acuerdo. Me acuerdo de aquellos Kneissl con sus letras rojas y el brillo de las betas de la madera bajo el barniz. Fueron a parar al vertedero a cambio de unos miserables esquís con suela de plástico, entonces era joven y bastante idiota. Ahora, aunque ya soy idiota del todo, no soy tan joven, y ¡cómo echo de menos aquellos primeros esquís!
Quienes conserváis unos colgados en la pared, en la casa de la montaña, contempladlos, disfrutadlos y ¿por qué no? Atreveos.
Una de esas tardes solitarias de enero, entre semana, sin que os puedan ver los amigos y conocidos que vayan a hacer luego chistecitos sobre el acontecimiento, atreveos.
Buscad unas viejas zapatillas con su hermosa pestaña de plástico sobresaliendo en plan retro, y atreveos.
Buscad un lugar solitario bajo la nieve recién caída, cuando el peso del silencio ahoga las miradas del bosque, y atreveos.
Sería estupendo encontrar una brea de pino de Swix (todavía se venden), saturar con cuidado la reseca suela, aplicar una cera de bote fría en todo el esquí y llegar al lugar elegido, mirar alrededor para asegurarse, encerar y…
La cosa podría quedar como un homenaje íntimo y secreto a esos esquís colgados en la pared. O bien un vínculo de complicidad que os haga verlos con otros ojos al despertar amodorrados de una siesta navideña en el sofá, después de la correspondiente comilona… y si probamos otra vez, ahora que están todos a otra cosa… sólo un paseo… hasta que caiga la noche.
Llegado el caso, sin embargo, pensad que quizá no estéis tan solos, ni tan locos como imagináis, o que hay más solitarios que comparten esa locura, visitad si no esta deliciosa web, una isla de locos solitarios circulando en dirección contraria por las laderas nevadas. Montados, por supuesto, en sus viejos esquís de madera… sólo para nostálgicos. ¡Qué envidia!
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