jueves, 3 de septiembre de 2009

¿Flúor para los esquís?

No sólo. Cuando dos dentistas americanos, Black y Mckay, descubrieron en 1909 que los curiosos dientes con esmalte moteado de los habitantes de Colorado Springs eran resistentes a la caries y que el causante de aquellas manchas era el flúor contenido en el agua que bebían las gentes del lugar, empezó a hacerse famoso el flúor. Hoy, quien más quien menos, aunque desconocedores de los múltiples usos industriales de este elemento químico, sabemos que nuestra pasta de dientes tiene flúor.

Dentro de la comunidad de esquiadores, el flúor tuvo un segundo repunte de celebridad en los años 80, cuando la Cera F comenzó a causar furor (F de furor) en los circuitos profesionales de esquí, tanto alpino como de fondo. Pero, ¿qué tiene esa sustancia para que haya revolucionado, como lo ha hecho, el mundo de las ceras? y ¿cómo es posible la aparente contradicción de encontrarlo tanto en ceras de deslizamiento como en ceras de agarre?

La clave está en la relación del flúor con el agua. Los compuestos fluorados usados para encerar y el agua se llevan mal, es una sustancia con propiedades hidrófobas y este es el factor que interviene en su forma de actuar en la interfase esquí-nieve.

Veamos un poco cómo funciona la cosa. Y comenzaremos con las ceras de deslizamiento. Todos sabemos por experiencia (y porque nos lo dice el fabricante), que cuanta más agua contenga la nieve, más flúor debe contener la parafina. El exceso de agua bajo la suela va a provocar un efecto ventosa debido a la tensión superficial, que hará que el esquí se quede pegado, dificultando el deslizamiento. Ocurre además que el agua, puñetera, es un líquido con elevada tensión superficial y que, por si fuera poco, ésta es máxima a temperaturas próximas a la de congelación (las que nos tocan a nosotros), esta tensión superficial disminuye si calentamos el agua, siendo mínima cerca de la ebullición (lo cual no nos consuela para nada). Tenemos dos recursos para aliviar este problema, el primero es el uso de aditivos hidrófobos como el flúor en la parafina (fluoroparafina) o encima de ella, que actúen como una “bomba de achique” para evacuar el agua, el segundo es canalizar ese exceso de agua a través de los surcos creados al estructurar la superficie de la suela. La estructura apropiada, más gruesa cuanta más agua contenga la nieve, contribuye también a limitar el efecto ventosa.

Hay otra propiedad de los compuestos fluorados que resulta muy útil y es su resistencia a la suciedad, que se pegará mucho menos a la suela con estos productos, especialmente con los fluorocarbonos al 100%.

De esto se deduce, claro, que el flúor no es necesario en nieves secas. Pero la cosa no queda ahí. Podríamos pensar que el flúor, si bien no nos beneficia en esta nieve, tampoco tiene porqué perjudicarnos y sin embargo sí que lo hace. Si hacemos el esfuerzo mental de imaginar el deslizamiento del esquí sobre una nieve polvo seca, con sus cristales perfectos y puntiagudos como los de los jerséis de moda entre los montañeros de los años setenta, la idea de deslizamiento no casa muy bien con esa imagen, sería como intentar deslizar sobre la cama de clavos de un faquir. Si hay deslizamiento es gracias a que la fricción produce la fusión de parte de esos cristales de hielo y el agua resultante lubrica la superficie de contacto, igual que lo hace el aceite de nuestra bicicleta. O sea, que donde antes el agua nos frenaba por exceso (efecto ventosa), ahora nos ayuda a deslizar (efecto lubricante). Obviamente, un componente hidrófobo en nuestra parafina es lo último que necesitamos sobre esta nieve. Cuanto más fría sea la temperatura, la fricción, que funde el hielo al calentarlo, será menos eficiente, haciendo que la nieve sea más lenta y la presencia de flúor más perjudicial. Pero cuidado, estamos hablando de nieves secas, puede, por supuesto, darse la circunstancia de que tengamos frío y humedad, en estos casos el flúor seguirá siendo útil.

El flúor se utiliza para el esquí en forma de fluorocarbonos, bien combinados a nivel molecular con las parafinas en distintas concentraciones (formando fluoroparafinas, donde la parte parafina penetra en la suela y la parte fluorada queda en contacto con la nieve), bien en estado puro en forma de polvos, de tacos sólidos o en forma líquida, que se aplican siempre sobre la suela ya parafinada. Finalmente, hay fabricantes de esquís que incluyen fluorocarbonos en la composición de la suela, del mismo modo que el grafito, que también tiene propiedades hidrófobas, además de otras características interesantes y que veremos en un próximo artículo.

Ahora podemos entender por qué el flúor puede ser útil también en las ceras de agarre. Usemos la cera que usemos, lo que buscamos es que la nieve se enganche y desenganche de nuestra cera a cada paso y en este proceso, el agua y la suciedad interfieren siempre negativamente, la “bomba de achique” del flúor nos servirá para secar en lo posible la nieve y mantener limpia la cera, con el fin de lograr una buena retención. No sólo eso, no olvidemos que la cera de agarre, además de agarrar cuando se lo pedimos, debe permitirnos deslizar sin frenarnos y aquí el flúor vuelve a entrar en juego en condiciones de alta humedad. En el caso de las ceras de agarre, nos da igual la presencia de flúor para nieves secas, ni nos ayuda ni nos perjudica, eso sí, encarece el maletín de ceras.

3 comentarios:

  1. y tanto que lo encarece.................

    pero el árticulo me ha gustado, por la explicacion tan detallada!está muy bien saber todo esto, y gracias por hacer las aclaraciones entre parentesis( si es bueno o es malo, si nos conviene o no).

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  2. A mi tambien me ha parecido muy interesante y muy bien explicado.
    Aunque hay uan cosa con la que no estoy de acuerdo, que una cera de agarre tenga fluor implica que ese agarre sea menor, por lo tanto si la nieve es seca mejor usar una cera normal para que el agarre sea mejor.

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  3. Efectivamente, Xabi, como tu bien dices, las ceras de agarre con flúor son algo menos retentivas que su equivalente no fluorado. De todas formas creo que ese inconveniente se salvaría sin problemas utilizando una cera algo más caliente, es decir, que en realidad no habría una equivalencia exacta en el mismo rango de tª entre las ceras de agarre fluoradas y no fluoradas.
    Y es verdad también que, en la práctica, las ceras frías sin flúor se siguen utilizando de preferencia frente a las otras, al más alto nivel de la competición, para esas nieves secas que tú comentas.

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