El bosque de Larra es un lugar fascinante, un paisaje de montaña auténtico y esencial donde, sobre un terreno kárstico de calizas resquebrajadas y horadadas por la intemperie, se extiende un bosque mixto de hayas y pino negro curtidos por el frío y la ventisca. Debajo, el agua filtrada desde la superficie ha labrado un laberinto interminable de simas, galerías y salas abovedadas ocupadas por lagos subterráneos, cascadas y torrentes poderosos que constituyen un universo de belleza oculta a nuestros ojos. Alrededor, los relieves del Pirineo se encrespan por primera vez desde su nacimiento en el Cantábrico próximo, dejando atrás las cimas herbosas del Pirineo Vasco para dar paso a las rocosas y bravías del Aragonés. En Larra nieva mucho, aunque también es verdad que se derrite mucho.
La foto de Elena nos muestra una vista general del bosque con el Arlas al fondo y la carretera que lo surca y nos lleva hasta la Piedra de San Martín, pasando por La Contienda; el bosque escarchado con una ligera nevada. Cuando yo era un adolescente éste era un lugar remoto en invierno. Solíamos venir al refugio del CD Navarra, hoy tristemente abandonado, y llegar, en autostop desde Tolosa, ya era una aventura. Nos calzábamos los esquís y recorríamos esta carretera que, por supuesto, no se limpiaba en todo el invierno, para meternos por La Contienda y, superado el Arlas, entrar en la parte desnuda de Larra. Para cuando llegábamos al pequeño refugio de los espeleólogos, camino del Anie, la sensación de soledad, de aislamiento, era enorme, inimaginable hoy en estos parajes.
Me ha encantado la foto, tanto por el lugar, composición y el "curioso" efecto de la nieve sobre las ramas y rocas que pocas veces he visto tan definido.
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