Foto: www.behobia-sansebastian.com |
Hoy estoy contento, ayer corrí la Behobia después de varios años de ausencia. La operación de las rodillas y una tendinitis en el tendón de Aquiles me han tenido apartado de esta carrera que tanto me gusta.
Salí con dorsal blanco en el último grupo, 34 minutos más tarde que Chema Martínez, y disfruté, disfruté de lo lindo. Hice una hora y media pero gocé como cuando solía bajar de la hora veinte. No sé cuántas manos de niños choqué desde Behobia hasta San Sebastián, manos que seguían extendidas bajo la lluvia mucho después de que Chema y Rafa Iglesias pasaran por allí. No sé cuántas voces gritaron mi nombre, escrito en el dorsal, sin conocerme. Voces de gente que esperaba pacientemente para dar calor a un amigo, a un familiar, a un vecino, a un conocido o a un desconocido con el nombre escrito en el dorsal.
Esta vuelta a la Behobia me ha dejado impresionado por la participación, por la organización, por el ambiente. Cuando en los ochenta empecé a correr las primeras behobias, ver a una mujer corriendo en ropa deportiva por las aceras era algo insólito, en una carrera de 20 km, casi un milagro; no he visto las estadísticas, pero ayer, en el lugar en que yo salí, había un montón de mujeres. A lo largo de estos años he visto infinidad de veces el fenómeno: personas que empiezan a correr tímidamente, por aquello de “el deporte es salud”, finalmente se atreven con la Behobia y terminan con el gusanillo del deporte bien enraizado en sus vidas.
Del buen hacer de la organización tenía constancia después de tantos años. La incorporación del chip acabó con aquellas salidas caóticas, cuando en los noventa la carrera empezó a crecer y pasábamos apuros, incluso miedo, con una masa de gente que te empujaba por detrás y el muro infranqueable de la gente de delante sobre el que te aplastaban, en nuestro afán de no perder tiempo. Hubo un año en que Marina Prat fue pisoteada y uno de los favoritos masculinos (no recuerdo quién) perdió una lentilla antes de salir. Estos problemas se habían resuelto los últimos años y la participación fue en aumento sin problemas.
Lo que he visto esta vez es que la carrera ha crecido no solo en cantidad, sino también en calidad. Siempre ha sido una carrera para los populares, pero ha llegado a un nivel de atención increíble en todos los detalles. La organización de la salida es impecable y por primera vez, la espera, que solía ser el momento peor resuelto de la carrera, me ha resultado entretenida: saber a qué hora vas a salir te permite calentar a tu aire, alejado del bullicio y luego, llegado el momento, el montaje de pantallas gigantes, música, speakers… te hace la espera muy llevadera.
A partir de ahí el ambiente lo pone el público, como siempre, y el perfil mítico del recorrido; en los avituallamientos la gente no escatima unas palabras de ánimo, incluso para los que pasamos tan tarde; la llegada y la recogida de las mochilas sigue funcionando fenomenal.
Ayer, la nota oscura y triste la puso el fallecimiento de un corredor en ese último esfuerzo en el Kursaal pese a la rápida asistencia de los equipos médicos. Es la segunda muerte de un atleta en carrera en esta prueba (hubo una tercera muerte de un miembro de la organización hace unos años). Para los alarmistas o los críticos, un dato: ambos eran deportistas, éste, un hombre de cuarenta años, corredor habitual y con seis participaciones en la Behobia, el otro, un joven futbolista de Preferente, los dos preparados por tanto para una prueba de este tipo. La muerte súbita en los deportistas es un problema de difícil prevención a veces y no hay duda de que el esfuerzo de una carrera de fondo somete a nuestro sistema cardiovascular a una dura prueba, sin embargo, como nos muestran los datos, los beneficios globales en cuanto a prevención precisamente de enfermedades cardiovasculares es muy superior a los riesgos, aunque ésto, obviamente, no sirve de consuelo a las familias de César o de Asier. Podéis ver aquí un atinado artículo del médico donostiarra Juan Ferro, publicado en vísperas de la carrera en la prensa local.
Hoy somos muchos los ciudadanos normales, “no deportistas”, que hemos ido a trabajar con agujetas. Doloridos, pero con la satisfacción de haber superado un nuevo reto personal, hecho a la medida de cada uno de los casi 20.000 participantes. Yo, además de la mía, tengo la satisfacción de haber visto a Josu entrar en meta en una hora quince.
Es justo agradecer al CD Fortuna que todo esto sea posible.
Rafa
Rafa
Zorionak bioi! A ze inbidia ematen didazuen!
ResponderEliminarBadakizu Patxi, zein den horretarako erremedioa. Datorren urtean hor izango gera berriro elkarrekin.
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