En un post anterior se abordaban los aspectos a tener en cuenta en la elección de unos esquís de fondo. Este nuevo post puede servir de complemento a aquél, fijándose en un área muy particular de usuarios donde la elección del material es también muy importante, aunque lo sea por distintas razones.
Si el esquiador adulto, sea profesional, aficionado o incluso dominguero como yo, busca el máximo rendimiento del material para disfrutar deslizando un poco más (un poco más que el de al lado, se entiende), en el niño las prioridades deben ser otras. Todo en él se debe contextualizar, entendiendo el deporte, cualquier deporte, como un medio para su desarrollo, tanto físico como psicológico.
El objetivo aquí debe ser que el niño se sienta cómodo, domine el medio y el material y disfrute el esquí como una actividad placentera. Buscamos que haya una continuidad en la actividad deportiva, sea o no competitiva, que pueda acompañarle a lo largo de toda su vida y que esto que a nosotros tanto nos gusta, no se convierta para ellos en un mal recuerdo de la infancia.
Y lo que parecen divagaciones filosóficas viene a cuento porque uno de los elementos que más va a condicionar la relación del niño con el esquí va a ser precisamente el material.
Decíamos en el anterior post que había que tener cuidado de no elegir esquís demasiado exigentes en las subidas. En los niños esta precaución debe ser extremada, priorizando siempre un buen agarre. No hay sensación más frustrante que tener que subir en tijera donde los demás van cómodamente por la huella. El desgaste físico añadido por la falta de agarre, sobre todo en situaciones de fatiga, además de interferir en la mejora del gesto, puede acabar con la afición de nuestros pequeños.
Son dos las causas que pueden hacernos caer en este error.
Esquís demasiado duros. Los esquís cortos fabricados específicamente para niños suelen ser blandos y de buen agarre, sin embargo, llega un momento o bien hay casos concretos en que por estatura y peso el niño suele necesitar esquís de adulto. No olvidemos en estas situaciones, que sigue siendo un niño (o un adolescente) y que por mucho que haya desarrollado una técnica adecuada, su fuerza no es todavía comparable a la de un adulto. Prudencia y buen juicio.
Esquís demasiado largos. Suele ocurrir que intentemos que los esquís les duren más de una temporada, sobre todo si utilizamos material de calidad y por tanto de coste elevado. Hay dos opciones para evitar esto, utilizar esquís más corrientes pero adaptados a su medida o bien comprarlos de su medida y alargar su uso aunque le queden algo cortos. Cuando los esquís no sean de su medida, mejor cortos que largos.
Esquís de skating, esquís de clásico. Ya es bastante gravoso el que nuestros hijos tengan que cambiar a menudo de esquís, pero es que además los tienen que cambiar a pares. A veces vemos a chavales de 10 años correr con esquís de skating encerados para hacer clásico. Obviamente no es la mejor solución, pero lo extraño a mi juicio es que esos chavales, teniendo sólo un par, no tengan esquís de clásico. Entiendo que es en el esquí clásico donde deben asimilar la técnica básica, interiorizar el gesto, desarrollar el equilibrio y optimizar la transferencia del peso (tan importante), para después y como complemento, practicar el skating.
Esquís de ceras, esquís de escamas. Es bonito iniciar a los niños en el mundo de las ceras y es instructivo. Planteado siempre como un juego, el niño aprenderá a responsabilizarse del cuidado de su material, a tomar decisiones sobre el encerado y a intentar comprender las leyes ocultas que lo rigen. Por supuesto, el niño participará, con nuestra ayuda o la de sus entrenadores, en el encerado de sus esquís. En qué momento dar el paso dependerá de varios factores como la madurez y las ganas del niño, el tener o no el apoyo de alguien que le aconseje, etc. Debemos tratar de que el uso de las ceras sea enriquecedor y no una complicación añadida que haga al niño aborrecer el esquí y suponga una fuente de conflictos.
No olvidemos que el esquí de fondo es un deporte duro, es duro en sí mismo y por el medio en el que se practica, seamos cuidadosos y tratemos de no ponérselo más difícil.
El objetivo aquí debe ser que el niño se sienta cómodo, domine el medio y el material y disfrute el esquí como una actividad placentera. Buscamos que haya una continuidad en la actividad deportiva, sea o no competitiva, que pueda acompañarle a lo largo de toda su vida y que esto que a nosotros tanto nos gusta, no se convierta para ellos en un mal recuerdo de la infancia.
Y lo que parecen divagaciones filosóficas viene a cuento porque uno de los elementos que más va a condicionar la relación del niño con el esquí va a ser precisamente el material.
Decíamos en el anterior post que había que tener cuidado de no elegir esquís demasiado exigentes en las subidas. En los niños esta precaución debe ser extremada, priorizando siempre un buen agarre. No hay sensación más frustrante que tener que subir en tijera donde los demás van cómodamente por la huella. El desgaste físico añadido por la falta de agarre, sobre todo en situaciones de fatiga, además de interferir en la mejora del gesto, puede acabar con la afición de nuestros pequeños.
Son dos las causas que pueden hacernos caer en este error.
Esquís demasiado duros. Los esquís cortos fabricados específicamente para niños suelen ser blandos y de buen agarre, sin embargo, llega un momento o bien hay casos concretos en que por estatura y peso el niño suele necesitar esquís de adulto. No olvidemos en estas situaciones, que sigue siendo un niño (o un adolescente) y que por mucho que haya desarrollado una técnica adecuada, su fuerza no es todavía comparable a la de un adulto. Prudencia y buen juicio.
Esquís demasiado largos. Suele ocurrir que intentemos que los esquís les duren más de una temporada, sobre todo si utilizamos material de calidad y por tanto de coste elevado. Hay dos opciones para evitar esto, utilizar esquís más corrientes pero adaptados a su medida o bien comprarlos de su medida y alargar su uso aunque le queden algo cortos. Cuando los esquís no sean de su medida, mejor cortos que largos.
Esquís de skating, esquís de clásico. Ya es bastante gravoso el que nuestros hijos tengan que cambiar a menudo de esquís, pero es que además los tienen que cambiar a pares. A veces vemos a chavales de 10 años correr con esquís de skating encerados para hacer clásico. Obviamente no es la mejor solución, pero lo extraño a mi juicio es que esos chavales, teniendo sólo un par, no tengan esquís de clásico. Entiendo que es en el esquí clásico donde deben asimilar la técnica básica, interiorizar el gesto, desarrollar el equilibrio y optimizar la transferencia del peso (tan importante), para después y como complemento, practicar el skating.
Esquís de ceras, esquís de escamas. Es bonito iniciar a los niños en el mundo de las ceras y es instructivo. Planteado siempre como un juego, el niño aprenderá a responsabilizarse del cuidado de su material, a tomar decisiones sobre el encerado y a intentar comprender las leyes ocultas que lo rigen. Por supuesto, el niño participará, con nuestra ayuda o la de sus entrenadores, en el encerado de sus esquís. En qué momento dar el paso dependerá de varios factores como la madurez y las ganas del niño, el tener o no el apoyo de alguien que le aconseje, etc. Debemos tratar de que el uso de las ceras sea enriquecedor y no una complicación añadida que haga al niño aborrecer el esquí y suponga una fuente de conflictos.
No olvidemos que el esquí de fondo es un deporte duro, es duro en sí mismo y por el medio en el que se practica, seamos cuidadosos y tratemos de no ponérselo más difícil.
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