Reflexiones de Luis Ibergallartu a pocos días de la gran cita.
Escribo este post entre toses y con la nariz despellejada de quitarme los mocos. Tengo un catarro enorme. Y este domingo es la Marcha Beret. Entre maldiciones a mi mala suerte y al frente polar que nos amenaza recuerdo que tengo casi 50 años y que a mí ya no me va nada en ello.
Y ya parece que me siento mejor.
En la mítica película (para los deportistas de mi generación) Carros de Fuego hay una escena que se me quedó grabada.
El entrenador arenga a uno de sus pupilos en el cuarto de calentamiento previo a la final de los 100m de las olimpiadas de París en 1924. En síntesis le dice que toda su vida se juega en los efímeros dos segundos que tarde en levantarse de su marca (entonces eran marcas, no había tacos) e iniciar un último esfuerzo de apenas 10 segundos.
Porque es verdad que, según dicen los que saben, en una carrera tan breve todo se juega en la salida. Justo cuando el musculoso cuerpo de un sprinter consigue la verticalidad sobre la pista ya sabe que no va a ganar si ha hecho una mala salida. Tiranías de la especialidad. Hace poco hablábamos de esto unos cuantos corredores recordando viejas batallas de unos y anhelos de otros.
De preparar con esmero y enorme sacrificio una prueba durante meses y saber que no son muchas las oportunidades que tienes de equivocarte. Porque si los velocistas se lo juegan todo en 2 segundos hay quien se juega miles, millones de segundos en un instante. Y contra cartas marcadas. El que prepara una maratón pensando en menos de 150 minutos sabe que no tiene muchas opciones. Tendrá una ciudad, un día y una hora marcadas a fuego en la cabeza. Y serán muchas las noches en que le cueste dormir pensando en leves indisposiciones, constipados, borrascas, vientos, indigestiones, rozaduras, frío, calores.... Y lo mismo se podría decir del que quiere hacer la QH por debajo de las siete horas, o la Behobia por debajo de los 70 minutos, o la Zegama por debajo de...
Tiranías de la especialidad.
Y ya vuelvo a la Marcha. Habrá entre quien lea esto que tenga marcado el 5 de febrero como el día. Y que no tenga casi 50 años. Y que no duerma bien pensando en catarros, borrascas, fríos polares o vientos del norte. Que quiera –y hasta pueda– hacer la Marcha Beret como una moto, pedir en forma de resultado solo un poco de lo mucho que él ha dado en forma de infinitos sacrificios. Alguien que piensa obsesivamente en ese día y en los peligros que le acechan hasta el punto de que esa misma ansiedad se convierta en su peor enemigo. Voy a intentar –qué inmodestia– tratar de calmarle con la supuesta autoridad de los años y sobre todo, de la perspectiva.
Y comenzaré diciéndole que tiene razones para estar ansioso. Qué majo ¿eh? Todo lo malo puede pasar, es verdad, y más todavía (ese maldito enceraje). Así que lo primero sería reconocer que estamos ante un juego en el que el factor suerte cuenta. Y ya está. Si ésta (la suerte) decide darnos la espalda no tendremos humanamente nada que hacer. Luis Ocaña perdió el Tour de 1971 al caerse en el Col de Mente (próximo a Beret por cierto) vistiendo el maillot amarillo y con un colchón de 7 minutos sobre la bestia Merckx.
Dramático, sí, pero demuestra la incapacidad absoluta del atleta ante la adversidad de la suerte.
Otra. Es obvio y parece que vaya en contradicción con lo arriba expuesto. No pongas todos los huevos en la misma cesta. Plantear un calendario que nos de una segunda o tercera posibilidad. Después y, sobre todo, antes. Ir con los deberes hechos, con la demostración, ante ti y ante los demás de que todo ese trabajo esta hecho y bien hecho. Reparte la presión. Más. Airear. Seguro que hay más cosas que esa carrera. Incluso aunque sean otras carreras, pero no de esquí. Mírate los calendarios de tus especialidades de verano, inscríbete ya, mira las fotos del año pasado, los resultados. Hay vida después de la nieve. Y mucha.
Y por último: relativiza. Salvo que te encuentres entre los diez primeros del año pasado (¡vale! pongamos entre los veinte) relativiza. Mira otra vez la clasificación del año pasado. Mejor la de hace tres o cuatro. Cuántos vaivenes, cuántas sorpresas. Un turista que te saca diez años y que te metió 5 minutos. Y aquel otro que se pasea por Somport disfrazado de pro y acabó a casi una hora hace un par de años. Y sobre todo aquel que un año se coló en el TOP5 y ahora acaba entre paseantes porque ha terminado de estudiar y trabaja a destajo. O el que tuvo un hijo precioso que le esperará en la meta, aunque tarde 20 minutos más. O el que la acabo con escamas el año pasado y este año volará, o el que... todo es tan relativo. ¿No?
Bueno, y si nada de esto te sirve... siempre te quedará escribir un post como este para quitar la ansiedad, aunque tengas casi 50 años.
Luis
Buen articulo a mi me paso casi lo mismo estaba con gripe,pero dijhe nada no la puedo perder otro año tengo 51 año alguno mas que tu ,ha sido dura pero que coño que guapa fue
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