El descalentamiento es la vuelta a la calma después del ejercicio intenso o la carrera. Todos tenemos clara la necesidad del calentamiento, aunque a la hora de la verdad no lo practiquemos correctamente, sin embargo, olvidamos muchas veces el descalentar adecuadamente hasta que Xabi, siempre atento a estas cosas, nos lo recuerda.
La función del calentamiento consiste en facilitar al organismo las adaptaciones fisiológicas que le harán rendir de manera óptima en el ejercicio. La diferencia en múltiples funciones de nuestro cuerpo entre el reposo y la actividad intensa es brutal, la tensión arterial, frecuencia cardiaca, vasodilatación, temperatura corporal, transpiración, niveles hormonales e infinidad de otras constantes, se modifican para poder hacernos eficientes durante el ejercicio. Todas esas modificaciones requieren un tiempo para llegar a rendir al 100% y eso es lo que buscamos con los ejercicios de calentamiento. Pero además, el metabolismo muscular durante el ejercicio produce una serie de sustancias de desecho y parte del trabajo de nuestro organismo consiste en eliminarlas, el descalentamiento nos ayudará en esta tarea, se trata precisamente de mantener la actividad de tal manera que la eliminación de esas toxinas se vea favorecida regulando la actividad a un nivel tal que no incorpore nuevas sustancias de desecho y favorezca un aclaramiento de las mismas. Esto nos permitirá una mejor y más rápida recuperación, contribuyendo, entre otras cosas, a tolerar una mayor carga de entrenamiento en las siguientes sesiones. Tanto el calentamiento como, sobre todo el descalentamiento, incluyen ejercicios de estiramiento además de la actividad física.
El desentrenamiento es la interrupción total o parcial del entrenamiento. Tengo un amigo sedentario que una vez me oyó decir eso de que descansar también es entrenar y desde entonces sostiene muy en serio que él entrena más que yo. Con el paso de los años he descubierto el placer de “desentrenar y reentrenar”, por decirlo de alguna manera. Los deportistas, al menos los deportistas aficionados y un poco caóticos como yo, pasamos la vida persiguiendo una utopía, la forma perfecta. No conozco a nadie que cuando le preguntas te diga: –Estoy a tope, imposible estar mejor. Y sin embargo, cuando lo miras retrospectivamente, sabes que aquel verano de hace seis años estabas muy en forma, ¿te acuerdas? justo antes de que te lesionaras, porque eso es lo que suele suceder cuando uno está muy en forma y quiere dar otra vuelta de tuerca.
Lo que quiero decir es que perder la forma es a veces muy saludable, que uno no puede estar siempre a tope y que por algo el entrenamiento se planifica por ciclos que incluyen periodos de descanso o de menor actividad: desentrenar también es entrenar.
Los expertos distinguen dos tipos de desentrenamiento, de larga o de corta duración, marcando el límite entre ambos en las 4 semanas. Como podéis ver en este artículo de la revista Apunts de Medicina de l’Sport, la pérdida de valores que definen la forma física es más rápida cuanto más tiempo de entrenamiento llevemos, sufre una caída rápida durante el primer mes y luego más lenta. Por ejemplo, el aumento de la concentración del odiado lactato en sangre, en esfuerzos submáximos, se produce en pocos días de desentrenamiento. Parece concluirse de todo ello que el “estado de gracia” de una buena forma física es algo frágil y muy dependiente del entrenamiento. Caro de obtener y fácil de perder. Hay un aspecto que parece que se mantiene bien durante las primeras semanas sin entrenar y es la fuerza muscular.
De todas formas esa pérdida de capacidades no debe ser alarmante. Este artículo no habla de la capacidad de recuperarlas al reiniciar el entrenamiento, ni de los beneficios del desentrenamiento/descanso. Dependiendo del nivel y los años de entrenamiento, la recuperación de esos valores puede ser relativamente fácil.
En esto de la forma física hay un aspecto muy importante y que tendemos a pasar por alto, en general valoramos la forma física en términos absolutos, miramos el crono y lo comparamos con el de otros deportistas. Esto puede ser válido para atletas de élite que dedican sus vidas al entrenamiento y la competición y que como profesionales, valen lo que valen sus marcas. Obviamente, no podemos trasladar esa forma de verlo al campo aficionado, yo, que tengo una profesión o unos estudios y una familia que atender, que puedo (o quiero) dedicar un tiempo limitado a la práctica del deporte, puedo estar en mi tope de forma con unas marcas que están muy lejos de mi tope teórico (en función de mi edad , años de entrenamiento, genética, etc.), no saber ver que estoy en mi límite puede llevarme al sobreentrenamiento con todas sus consecuencias. Hay que contextualizar siempre el entrenamiento y no verlo como unos datos aislados sobre el papel.
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