
Una vez terminados nuestros asuntos en Val di Fiemme disponíamos de día y medio libre para hacer un poco de turismo y enfilamos Val di Fassa hacia arriba para, en Canazei, tirar por el Passo Pordoi en dirección a Cortina d’Ampezzo y buscar allí un rincón para dormir. Señalo Canazei porque aquí la carretera se divide en tres ramales que todos los seguidores del Giro han visto alguna vez por la tele: Passo Fedaia (2057m) o Marmolada (bajo el pico y glaciar con el mismo nombre), Passo Pordoi (2239m) en dirección a Cortina y Passo Sella (2211m) para dirigirse a Val Gardena. Además, para los fondistas Canazei es un punto característico en la Marcialonga ya que es la máxima altura que se alcanza en el recorrido: una vez aquí, ya todo es una vuelta cuesta abajo antes de los cuatro agónicos kilómetros finales en Cavalese. Nosotros cogimos la subida del Pordoi porque era más alto que la Marmolada en espera de buenas panorámicas. Nuestro gozo en un pozo: lluvia, claros y nubes, nubes negras era el tiempo que nos acompañaba. Pero hacia arriba subimos mientras nos pasaban o pasábamos enjambres de motoristas y de ciclistas. En la cima paramos junto al monumento a Fausto Coppi, ciclista de leyenda que en Italia es casi como Dios. Bajada hacia Arabba (todos estos puertos son pistas de esquí alpino por todas las vertientes) y pequeño claro que nos permitió ver el glaciar de la Marmolada un poquito lejos pero algo es algo. Para llegar a Cortina es preciso meterse otro puertito, esta vez se trata del passo Falzarego (2105m) entre los macizos de Toffane y Nuvolau; el claro de tiempo se alargó y nos permitió unas buenas vistas en la cima del puerto. Las cimas de los montes estaban sólo quinientos metros por encima y daba ganas de echar a andar. Tras la bajada del puerto, la llegada a Cortina es excepcional: un circo enorme ocupado por la ciudad (o pueblo grande) dominado por el monte Cristallo. Excepcional es también el nivel de vida que se aprecia en las calles (joyerías, ropa, zapaterías) al nivel de otras estaciones alpinas “clásicas” como Chamonix, Gstaad, Zermatt, St. Moritz, …
Para el día siguiente teníamos previsto conocer algo del Sud Tyrol, en concreto conocer las instalaciones y estadios de Dobbiaco (Toblach) y de Anterselva (Antholz), además de deambular por algún pueblecito (que son preciosos), pero en primer lugar queríamos llegar hasta la base de las Tre Cime di Lavaredo, montaña emblemática en los Dolomitas, pasando por el Passo Tre Croci (1805m) y el lago Misurina. Una pena, salió el día cubierto con sirimiri continuo. Sabíamos que ibamos a conformarnos con mirar la postal de las Tre Cime, pero allí fuimos hasta la barrera de la strada privata, que no merecía la pena pagar por no ver nada. Así, aterrizamos en Dobbiaco bastante temprano y estuvimos viendo el estadio de fondo (aquí no están de obras, pero las instalaciones son de quitar el hipo) junto al circuito de rollesquí (del orden de 5 Km) y el estadio de biathlon. El circuito de rollesquí forma parte de las pistas de fondo. El estadio, de tamaño legal como mandan las normas FIS en todos los aspectos, es dónde se celebra la llegada de la Cortina-Dobbiaco (una de las etapas del Tour de Ski) pero ahora es un sembrado de patatas, la pista se nota porque hay un vallado lateral, es todo hierba. Nosotros nos acordamos de Bruno, el jefe de Somport, cuando dice que en los Alpes sólo se preocupan de pisar cuando nieva ya que prácticamente no tiene mucho trabajo de preparación de las pistas. Por supuesto que no es verdad absoluta sino una comparación con lo que cuesta en el Pirineo. El estadio de biathlon, junto al circuito de rollesquí, está abierto a la utilización pública (roller o patines) salvo unas horas fijadas para los entrenamientos de los corredores. No es un estadio homologado, sólo seis puestos de tiro, pero la distancia a los blancos tiene los cincuenta metros legales. Por supuesto las dianas son de cuerda y la seguridad se garantiza con una construcción de madera: en resumen con cuatro pesetas y buen cuidado disponen de un entorno para la práctica de esquí-roller-biathlon durante todo el año. Hay que señalar que todo está dominado por la figura estelar de Bjordalen, que tiene su residencia en el pueblo.
No todo va a ser esquí y nos dimos una vuelta por el pueblo: todo impecable, limpio, muy alemán. Para dar el toque cultural, ¿se nos habrá pegado algo de la capitalidad?, a este post también hay que señalar que al ladito está el pueblo de San Candido, dónde se encuentra la Colegiata románica, que es monumento más antiguo de toda la región del Trentino Alto Adige. Se trata de un románico muy básico no tan florido como lo que nos podemos encontrar en Castilla. Hablamos de monumentos, porque si uno quiere ver momias prehistóricas en Bolzano está Otzi, aquélla que encontraron en un glaciar perfectamente conservada hace unos quince años, ¿recordáis?
Bien, el día avanzaba y el tiempo pasaba de sirimiri a lluvia más seria, todo más encapotado. Entre ir a Val Casies o a Anterselva, nos decidimos por éste último. Con mal tiempo estaba precioso, cuando haga bueno y con nieve tiene que ser impresionante. Estuvimos visitando el estadio (hace cuatro años se celebraron los Campeonatos del Mundo de Biathlon), dos palabras: im, prezionante. Gradas para unos cinco o seis mil espectadores. Las treinta calles de tiro, el circuito de roller asfaltado, las pistas de fondo con gravilla para filtrar el agua de fusión de nieve cuando la temperatura sube en invierno, todo a 1500 m de altura. En un entorno de praderas de campos de vacas, caseríos e iglesias con campanario de cebolleta …
Con la sensación de tres días de ver instalaciones serias del deporte nórdico, pero también con la impresión de que no han despilfarrado y de que han ido poco a poco (Italia es una potencia en estos deportes desde hace más de sesenta años) y con envidia sana, nos marchamos hacia la Riva di Garda a secarnos un poco y a pasear entre olivos y monumentos de origen romano en un ambiente más mediterráneo.
Juanjo del Val
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